Luis García Montero,
Aurora Luque, Felipe Benítez Reyes... Aquesta cinquena entrada la protagonitza Amalia Bautista (Madrid, 1962), amb una entrevista a Poesía Digital realitzada
per Carlos Javier Morales, la qual es pot trobar al següent enllaç:
http://www.poesiadigital.es/imprimir.php?cmd=entrevista&id=73
La poesia d’Amalia
Bautista pertany també a l’àmbit de la poesia de l’experiència, tot i que les
preocupacions socials i ideològiques que vertebren els poemaris de Luis García
Montero o de Felipe Benítez Reyes (encara que en menor mesura) no tenen la
mateixa importància als seus versos. Sí la tenen, en canvi, les nits
madrilenyes i les aventures amoroses (eròtiques,
fins i tot) d’una veu lliure i valenta, amb una intensitat inqüestionable tant
pel que fa a la sensualitat com pel que fa a les emocions que ens envaeixen a tots amb cada enamorament.
No obstant això, Amalia Bautista també
canta de tant en tant idees o sentiments antics en la tradició literària, com,
per exemple, l’amor per les petites coses.
En
tu poesía, especialmente en tus primeros libros, hasta Cuéntamelo otra vez, el
lector observa una gran capacidad para fabular historias de amor que, dentro
del poema, resultan muy verosímiles y elocuentes. ¿Qué relación hay entre
historia ficticia y experiencia real? Sobre todo, me interesa saber si una
surge inmediatamente de la otra y qué pasos sueles dar para convertir el hecho
biográfico en una fábula.
Es cierto que en aquella
primera época la fabulación tenía un peso importante en mis poemas. Era una
forma de darle entrada al juego, a la teatralidad y a personajes históricos o
míticos cuyas experiencias o circunstancias no difieren tanto de las de
cualquiera en la actualidad. No creo que convierta mi biografía en fábula,
simplemente encuentro el paralelismo entre ambas.
Tus
poemas, tanto los que son protagonizados por personajes claramente ficticios
como los que se pueden atribuir a tu persona real, transcurren en un ambiente
de naturalidad cotidiana, al menos si tenemos en cuenta el habla conversacional
del yo-poético. ¿Cómo te las arreglas para no perder la intensidad propia del
lenguaje poético, para no caer en el prosaísmo con esos modos tan "normales"
de hablar? ¿Hay alguien que, a posteriori, te asegure del valor poético que
tiene cada una de tus composiciones y, en caso negativo, te invite a revisar un
supuesto poema menos logrado inicialmente?
Pues no sé cómo me las
arreglo, la verdad, y tampoco sé si consigo siempre esa intensidad de la que
hablas. La normalidad es un valor que quizá no tenga mucho prestigio, pero me
parece importantísima, aunque sólo sea porque es todo lo contrario a lo
pretencioso. En muchas ocasiones lo peor de la poesía es el lenguaje poético, y
además hay una especie de obligación moral de demostrar que con el lenguaje y
la vida de todos los días también se puede hacer poesía, o más bien que la
poesía está ahí. En cuanto a los poemas menos logrados, yo soy la primera que
se da cuenta de eso, y además suelo saber cuándo no merece la pena revisarlos
porque no tienen arreglo. Pero acepto opiniones, valoraciones y sugerencias,
claro.
En
tu obra la narración de historias suele ser muy precisa en ciertos detalles,
pero muy concisa en general. ¿Calculas muy bien los elementos de tu narración,
los pules una y otra vez o, por el contrario, vienen dados de golpe como anillo
al dedo?
No hay que decirlo todo,
porque no es necesario y además puede restarle intensidad y fuerza al conjunto,
todo lo que falte lo añadirá el lector; pero a veces la inclusión de algún
detalle puede aportar movimiento o un punto donde fijar la atención, aunque sea
anecdótico. Si hay un cálculo previo de esos elementos, de lo que no estoy muy
segura, se da de una forma natural y casi inconsciente, de modo que cuando sale
el poema parece que siempre fue así porque así es como debía ser.
¿Y
sabes, al empezar a escribir, cómo van a terminar esas narraciones? Lo digo
porque cada final resulta ser una sorpresa imprevisible.
Suelo tener bastante claro
el poema antes de empezar a escribirlo. Me refiero al tono, la estructura y,
por supuesto, el final. Puede que el mérito no esté en haber encontrado un
final sorprendente, sino en haber construido el poema de tal replicas relojes
manera que ese final (que quizá es lo primero que se me impuso) cobre un valor
de sorpresa.
En
tus poemas amorosos, llenos de ardor pasional, la mujer que habla prefiere una
relación silenciosa, como si las palabras sobraran. Además, da la sensación de
que un comentario poco afortunado del otro puede tener efectos trágicos… ¿Crees
tanto en el valor del silencio para el conocimiento mutuo?
A veces sobran las
palabras, sí, pero otras veces hacen tanta falta como el aire. Importa lo que
se dice, cómo y cuándo se dice, pero también importa lo que se calla. En esa
tarea inacabable del conocimiento mutuo, creo que la clave de la perfecta
comunicación se da cuando dos guardan silencio juntos y están a gusto, es
decir, a mayor grado de confianza, menos necesario resulta ensuciar el silencio
con palabras prescindibles.
Dentro
de cada libro —y pongo como ejemplo más representativo Estoy ausente (2004)—
concurren poemas de grandes expectativas amorosas, o incluso de un amor
satisfactoriamente cumplido, con otros poemas que constatan un fracaso. ¿Cómo
puedes conjugar un yo-poético tan contradictorio dentro de un mismo libro? ¿Te
importa algo la coherencia biográfico-sentimental de tu yo-poético?
No es que me importe que
exista esa coherencia, es que la biografía es algo que nos sucede a pesar de
nuestro yo poético, suponiendo que lo haya. En cualquier caso, no es un yo
poético contradictorio, es un yo vivo, y en ese libro se recogen poemas de dos
etapas muy diferentes de mi vida.
¿Por
qué en tus últimos libros, desde Estoy ausente (2004) hasta Roto Madrid (2007),
se desdibuja la estructura narrativa en favor de la descripción, la súplica o
la confesión pura? ¿Crees que se te ha pasado el tiempo de contar historias y
que debes hablar abiertamente de tus deseos?
Supongo que es una
evolución lógica que se corresponde con la propia biografía. La fabulación de
los primeros poemas, aquella necesidad un poco lúdica y otro poco teatral, ha
dejado paso a una expresión más descarnada y más desvelada. No es algo
premeditado, así se ha dado la vida y, por tanto, la literatura.
Asimismo,
entre las cualidades del discurso poético de tus últimos libros, no destaca
tanto el ingenio como el temblor emocional ante el transcurso del tiempo y la
memoria acumulada. ¿Crees que es una cuestión de madurez vital?
El ingenio, o el abuso de
ingenio, puede llegar a cansar, incluso al propio autor. El temblor puede y
debería ser eterno. Ojalá lo haya alcanzado y, si es así, ojalá no lo pierda.
La madurez, el paso de los años, va dejando muchas huellas; seguramente una de
ellas es la de rebajar el valor del ingenio y perseguir el temblor.
¿Por
qué tu obra poética es tan breve que hasta el año 2006 coincidía prácticamente
con la antología publicada en Renacimiento? ¿Te autocensuras mucho a la hora de
publicar lo que escribes o, sencillamente, escribes muy poco a poco?
Sin el prácticamente, Tres
deseos es la reunión de toda mi obra publicada hasta ese momento. El editor,
Abelardo Linares, bromeaba diciendo que ese libro era un dos por uno, que si
comprabas mi obra completa te regalaban una antología, y al revés. Incluía
además una sección de poemas inéditos, entre los que había algunos que formaron
parte después de Roto Madrid, y en la segunda edición, de 2010, he podido
añadir unos pocos inéditos más. Eso es todo lo que tengo. Escribo muy poco y
casi nada me vale, así que se me suman dos cribas, la de la producción escasa y
lenta y la de la operación de desecho.
Tu
poesía, a pesar de todas las máscaras, transmite una sinceridad incontestable,
que ha ayudado a muchos y muy diversos lectores a confrontar su vida personal
con tu obra poética. Además de las valoraciones propiamente literarias, deben
de ser muy interesantes los comentarios de tipo personal que te habrán hecho
algunos sobre el efecto de tu poesía. ¿No te sientes moralmente más
comprometida con ellos?
Me siento, sobre todo,
agradecida. La vida humana es muy poco original, las vidas humanas se parecen
bastante unas a otras, así que lo que digo en mis poemas le ha ocurrido o le
puede ocurrir casi a cualquiera, hablo de pensamientos, sentimientos y
vivencias muy compartibles. Comprobar que he sido capaz de expresarlo de forma
que algún lector se haya conmovido íntimamente es muy gratificante, por eso
agradezco tanto que me lo hayan hecho saber.
Al cabo, son muy pocas las palabras
que de verdad nos duelen, y muy pocas
las que consiguen alegrar el alma.
Y son también muy pocas las personas
que mueven nuestro corazón, y menos
aún las que lo mueven mucho tiempo.
Al cabo, son poquísimas las cosas
que de verdad importan en la vida:
poder querer a alguien, que nos quieran
y no morir después que nuestros hijos.
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